Manifiesto – Pirologias 2024: Festival Internacional de Teatro

Y un día el teatro
tuvo que empezar otra vez.

En esta ocasión, como en la precedente, se vio obligado a hacerlo bajo el signo de la peste. Una pandemia de carácter inédito se abatió sobre la tierra y la presencialidad que hasta entonces había sido su principal insignia, no fue ya posible. Los teatros se vieron obligados a cerrar o a funcionar al cincuenta por ciento de su capacidad de aforo. Se establecieron protocolos, algunos bastante absurdos (pero el mundo era en si mismo absurdo) y las cámaras y los celulares y las tablets y las pantallas se interpusieron entre la mirada del público y el cuerpo vivo de los actores. Los estrenos se cancelaron, las giras se interrumpieron, los intercambios, las residencias, se vieron obligados a adaptarse. Las escuelas internacionales mandaron a sus alumnos a casa (aquellos que pudieron viajar a tiempo, los que no, quedaron varados) y por una vez hubo que preguntarse si el show debía en verdad continuar a toda costa. El día que el teatro se detuvo, hubo que comenzar a pensar cómo seguir ahora. Ahora que los actores, los directores, los escenógrafos, los dramaturgos eran declarados no-esenciales, al tiempo que la prensa amarilla y el periodismo basura circulaban impunemente por las pantallas de los televisores. Ahora que los presupuestos no alcanzaban, que las ayudas se cancelaban, que florecían las agrupaciones solidarias para conseguir comida, que el viejo mito de vivir del arte se deshacía en cenizas. Ahora que se hacía evidente que vivíamos en peligro desde hacía ya mucho tiempo.

Ese ahora es todavía nuestro ahora. Cuando cada vez se hace más evidente que no solo nos es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo sino que muy probablemente, casi sin ningún lugar a duda, sea el capitalismo el que acabe con el mundo. En este contexto hacemos PIROLOGÍAS. Un festival que siempre estuvo marcado por la metáfora del fuego. Porque el teatro es fuego y porque el fuego es teatro, porque la llama, en su devenir, asimila todo lo que tiene a su alcance, para nutrirse y transformarlo en llama a su vez. El fuego transformador y destructor, símbolo de vida y cultura, pero también de barbarie y muerte. Parábola de lo que renace, de la luz, de la supervivencia. En la última noche del teatro, prendemos una vez más la llama, para decir que estamos acá y que seguiremos estando. Porque el teatro es cuerpo, presencia, abrazo, aliento, luz, calor. Pero por sobre todo es vida.